El lapsus de Petro

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“Si los jóvenes tienen posibilidad de sexo…”.

Lo inconsciente que nos habita y nos constituye, se expresa, habla en nosotros. Más aún, nos habla a pesar de nosotros y le habla a los demás –de nosotros y de ellos–, sin nuestro consentimiento. Somos hablados por lo inconsciente. Esa es la razón de la extrañeza ante nuestros síntomas, nuestros sueños, pesadillas y actos fallidos, es decir, ante los “errores” y “metidas de pata”, insignificantes desde el punto de vista de nuestra conciencia, pero acertados y significativos para nuestro deseo inconsciente que así burla la represión. Allí están los lapsus o errores al hablar, aquellos en los que una o varias palabras salen de nuestra boca involuntariamente, como expresión de un saber no sabido que medio dice una verdad. Por eso Freud decía que los seres humanos, aunque nos la pasamos intentando ocultar la verdad, no podemos hacerlo completamente, ni por mucho tiempo; esta siempre termina por brotar hasta de la punta de nuestros dedos.

En una de sus resientes intervenciones el presidente Petro nos aportó un claro ejemplo: anunciaba el nombramiento de la nueva cúpula militar y hablaba de algunas de las causas de la criminalidad «Porque muchas veces el crimen y la violencia disminuyen si deja de haber hambre, si hay agua potable, si los jóvenes tienen posibilidades de sexo, ¡acceso!…, bueno también jeje…, a la educación».

Como es obvio, no tenemos acceso a lo singular que en el fuero inconsciente del presidente se dijo en su lapsus –eso solo lo sabe él, inconscientemente–, pero en lo que nos atañe, y de manera rápida y elemental podemos decir que es cierto, que los desbocados niveles de criminalidad y de asesinatos, tal vez sí tienen una relación con el sexo. Los datos del Instituto de Medicina Legal nos muestran claramente que desde hace muchos años nos matamos más entre familiares y vecinos que entre enemigos en el conflicto armado. El primero y más hórrido campo de batalla lo tenemos en nuestros hogares, por fuera de cualquiera de los ejércitos. No pocos de los combatientes dan cuenta de que la violencia más intensa la vivieron en sus casas, con sus familiares, y que con frecuencia se engancharon en uno u otro ejército tratando de escapar de esas transgresiones.

Los vasos comunicantes entre las violencias de distinto tipo son múltiples y muy importantes. Algunas participan de manera insospechada dentro del conjunto de las causas de otras. La violencia de pareja, el maltrato infantil, el acoso sexual, las violaciones y hasta el incesto están presentes en muchos de los núcleos familiares de nuestro país. El machismo, el odio a las mujeres y las múltiples formas de discriminación (sexual, económica, étnica, religiosa y política) que nos agobian, tienen frecuentemente su causa en la represión e incluso en el rechazo radical de la diferencia sexual; esto a pesar del supuesto libertinaje de la época, que con frecuencia sirve para ocultarla.

En este sentido vale la pena escuchar con atención el lapsus de Petro. Por lo pronto señalemos que algo ya cambió: mucha distancia hay entre un presidente que de manera deliberada, cual padre absoluto exige a los jóvenes, como si fueran sus “hijitos”, “dejar el gustico para después”, a otro mandatario que inconscientemente –lo que le da un particular valor– introduce el problema de la represión de la sexualidad en los jóvenes, como una de las posibles causas de la violencia, a la que hay que prestarle atención, entre otras.

CIPADH

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