«No se trata sólo de su “orgullosa” inclinación por la ilegalidad, o de su “chavacan” desconocimiento del Estado y los problemas del país. Se trata también de lo que políticamente representa para los derechos y las libertades en Colombia. Sin sonrojarse, el señor RH, le propone al país un salto de regreso a lo peor del Siglo XVIII»
Quizá la tradición de apelar a la memoria y al reconocimiento de los ancestros, de los sabedores y sabedoras, presente en muchas comunidades de nuestro país, indígenas, afros y campesinas, nos permita servirnos de otras formas del padre, de la madre; menos infantiles y menos edípicas, más anudadas a lo simbólico, al saber que respeta el arraigo y la diferencia, y a vivir de manera colaborativa y respetuosa, aportando cada uno su falta, su deseo, su sueño, en lugar de tratar de obturarla. Quizá nos permita vivir un tanto descentrados del “pienso luego existo” que nos ha traído hasta acá, para matizarlo con el “soy porque somos”, necesario para vivir sabroso y caminar bonito, sin el goce de sacrificarnos a esos viejos “ídolos oscuros”.